Sepulcro De Rosas
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 Capítulo 8 – Somnium (En sueños)

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MensajeTema: Capítulo 8 – Somnium (En sueños)   Capítulo 8 – Somnium (En sueños) EmptyJue Jun 11, 2009 12:30 am

Capítulo 8 Somnium (En sueños)


Capítulo 8 – Somnium (En sueños) Web027


La oscuridad y las tinieblas iban de la mano en aquel recóndito lugar. A pesar de haber pasado mucho tiempo desde la última vez que estuvo allí lo recordaba todo.
La sensación de opresión en su pecho, la necesidad de salir para respirar y la locura por huir lejos, lejos de alguno de los recuerdos que la iban a atormentar aquella vez.
Con la particularidad de que en ocasiones no eran ni los suyos propios, lo que conllevaba a una mayor desazón.
Lo peor es que luego, una vez despertase, no recordaría nada de lo soñado, nada. Tan solo cuando volviese a regresar a ese lugar onírico de pesadilla lo sabría todo.
De nuevo.
Como una repetición de la misma película una y otra vez para luego sufrir una amnesia pasajera. Y Rose sabía que ella estaba allí. Aquel ser que sin saber porqué buscaba que su vida se truncase y la manejaba como un mero títere entre sus etéreas manos enjoyadas.
Sin previo aviso se puso a correr huyendo de la luz blanquecina que se le acercaba, no quería volver, no quería recordar.
Tan solo quería recuperar su conciencia y su cuerpo antes de que fuese demasiado tarde. No quería hacer nada con Nick, no quería porque…
-Solo puedo estar con Razu-repuso una voz fría y sibilina a sus espaldas, imitando la suya propia. Miró hacía atrás y no había nadie.
Mucho tiempo atrás descubrió que allí sus sentimientos subconscientes no se quedaban atrapados en su garganta, sino que por el contrario, escapaban de su mente y su alma. Porque ella, Ereshkigal los decía en voz alta al percibirlos.
Deseó poner su mente en blanco y siguió su carrera hasta que exhausta y rendida tropezó estúpidamente con algo invisible. Sin poder impedir que la luz la envolviese y reviviera el pasado. El horrible pasado.

Las antorchas de flamantes llamaradas candentes alumbraban la sala del trono con vehemencia mientras en el centro danzaban unas jóvenes ataviadas con velos y vestidos semitransparentes de gasa. Desde una escalinata el monarca las observaba desganado, con el codo reclinado sobre uno de los brazos del amplio trono de madera de ébano y la cabeza ladeada, apoyada en su puño cerrado desde donde retenía, en posición angular, el codo .
Al cabo de un rato hizo un leve gesto con la mano derecha y las bailarinas dejaron de girar apartándose hacia ambos lados.
El monarca se reacomodó en su trono otorgándose una pose más señorial. Los destellos anaranjados del fuego dejaron ver su rostro de rasgos cincelados pero a la vez duros y amenazantes. Llevaba el pelo pelirrojo ondulado hacia atrás y sus ojos rojos llamearon cuando el lacayo le informó que iba a hacer su entrada a la sala la señorita Rose.
Nada más y nada menos que la protegida de Razu Cruoris.
Compuso una media sonrisa al ver entrar a la joven esbelta de melena rubia, que caía como hilos de seda entorno a su bello rostro y sus delicados hombros.
Y aunque lo disimulaba a la perfección él sabía que ella se sentía fuera de lugar y asustada. Opinaba que era verdad eso de que Razu la mantenía en una extraña burbuja de confort y protección. Parecía mentira que llevase en aquel castillo un mes, era como si siempre que la trajeran ante su figura fuera como si viera todo por primera vez.
La muchacha hizo una perfecta reverencia. Sin embargo no dijo “Mi señor” tal y como debía hacer. De hecho la joven no había hablado en su presencia ni una sola vez. Llegó a pensar que era muda hasta el día en el cual una de sus primas,Cithara, le comentó que le había hablado descortésmente en latín, lanzando improperios de todo calibre contra su persona.
Sin embargo él no creía que la silenciosa joven fuera capaz de algo así.
Rose en un ágil movimiento ascendió la escalinata recogiendo cuidadosamente los bajos de su vestido lila, con flores de lavanda bordadas en la parte del corpiño. El monarca formó una mueca de desaprobación, él le había regalado muchísimos vestidos y ella seguía usando los suyos propios.
Los que en realidad le había obsequiado Razu.
Eso le desagradó, como cada día que la veía y tan solo se sentaba a su lado con la mirada fija en el vacío.
Cuando la joven ocupó el lugar que le correspondía desde hacía casi un mes decidió alargar su mano para tocar su cabello. Tan solo lo había rozado una vez pero era tan suave que necesitaba acariciarlo de nuevo. De hecho cualquier hombre desearía hacerlo durante siglos.
Pero parecía que Rose ya no era ingenua y apartó su mano con suavidad alejando su cuerpo del lado más próximo al del trono.
Aunque no estuviera bien visto dejo escapar un sonido gutural de frustración y llevó la mano que había acercado hasta Rose a su barbilla, donde lucia un perilla recortada que le deba un aspecto aun más temible.
¿Qué tenía qué hacer para que fuese suya?
-Traedme el cofre- dijo lentamente el monarca mirando de reojo a la joven.
El sirviente acudió en pocos segundos raudo y veloz, con un pequeño joyero donde dentro había algo realmente hermoso.
Una gargantilla con un rubí engarzado en forma de prisma. Algo que representaba la nobleza.
La muchacha miró el interior del cofre con sus ojos ambarinos clavados en la gema. Frunció el entrecejo y lo observó como esperando una respuesta.
Por fin. Había costado, pero tenía su atención. Había tenido que devanarse los sesos en horrorosas triquiñuelas para mandar al General Razu, de la Orden Real, a tierras enemigas con el fin de refrenar la avanzadilla del frente de la raza amarilla , la cual él mismo había provocado solo para conseguir sus planes. Ojalá hubiera habido suerte y hubiesen asesinado al General.
-Es para ti. Hoy es tu decimoséptimo cumpleaños. Ven Rose, te la pondré en el
cuello- susurró él con voz cadenciosa.
Ella suspiró y negó rotundamente con la cabeza mientras llevaba una mano a su cuello y rozaba con las yemas un colgante en forma de rosa. Formado por amatistas y plata. Delicado, sencillo y en el fondo hasta vulgar.
Otro desagradable regalo de Razu.
Le daba igual sino daba su aprobación como protector de la joven. Rose sería su esposa.
-Vamos, póntelo por favor aunque solo sea mientras me visitas. Hazlo por mí, este colgante es importante.-dijo persuadiéndola.
Por toda respuesta ella ladeo su cabeza dubitativa.
Pero recobró su firmeza al instante y volvió a negar con rotundidad.
-Mi señor- un soldado le hizo una reverencia-Verá…
-No, ahora estoy ocupado- alzó entre sus manos la perfecta joya –Vamos Rose.
-Es que…-él soldado se veía nervioso.
-¡Ahora no! ¿Quieres que te haga callar soldado?- alegó desafiante el Rey.
El soldado agachó la cabeza mientras, nervioso, frotaba sus manos e intentaba balbucir algo de nuevo. Pero no llegó a decir nada puesto que lo que venía a expresar ya no era de utilidad. Alguien entraba por la puerta con una elegancia pasmosa.
El monarca advirtió como la sonrisa de Rose se iluminaba haciendo brillar sus ojos, se alegró por un momento pensado que esa sonrisa era para él. No obstante descubrió que ella no lo miraba.
Miraba a la puerta.
Rose corrió escaleras abajo por la escalinata y se lanzó a los brazos del hombre de pelo negro que acababa de llegar.
-¡Razu! ¡Razu! Estas bien, gracias a Lilith-dijo ella.
El Rey observó profundamente dolido como el general la abrazaba con gesto protector y la besaba delicadamente en la mejilla. Y la voz de Rose era como una leve caricia, suave y cálida.
Una voz que solo salía de sus labios ante Razu.
Montó en cólera, tirando la gargantilla con el rubí al suelo.
-¿Qué es todo este espectáculo? ¿Acaso no os enseñaron el decoro?- bramó dirigiéndose hacia su general- Y se supone que deberías estar liderando una guerra, General
Cruoris-le recordó con ira.
-Majestad, con el debido respeto no se lidera una guerra si esta ya esta acabada.-contestó altivo Razu.
-Quieres decir qué…-murmuró estupefacto el rey.
-Si mi Señor Trux, la contienda contra el ejército invasor de kakodaemons concluyó con éxito y en el tiempo que estipulé-el hombre de pelo negro pasó un brazo por la delicada cintura de Rose y la condujo hasta la puerta de salida- Gracias por cuidar de mi protegida mi Rey. Nos marchamos, Rose despídete de su majestad.
La joven realizó una reverencia diciendo- Muchísimas gracias su majestad, adiós y que Lilith le acompañe.
Trux no pudo articular palabra, era la primera vez que ella le hablaba. Y todo porque se lo había pedido Razu Cruoris, del cual el monarca sabía que nunca le había sido fiel del todo, ni siquiera desde que alguna vez lucharon en el mismo batallón.
-Antes de iros me gustaría decirte algo Razu- hizo que su voz resonase como una amenaza.
-Vos diréis su majestad-le dijo el General.
-Quiero a Rose como mi esposa- sentenció sin reparos, teniendo en cuenta su carácter ninguno de los presentes se atrevió a decir nada. Pero eso no evitó las alarmadas miradas de desconcierto de su prima Cithara.
La mirada de Razu brillo un segundo imitando el fuego de las antorchas, después su rostro se tornó pétreo.
-No- respondió con autoridad mientras asía a Rose de la cintura y colocaba su mano sobre la empuñadura de una espada plateada con una gema de rubí engastada.
Trux en ese momento quiso estrangularlo, lo único que se interponía entre él y Rose era Razu.
Iba a tener que utilizar la persuasión para conseguir lo que quería.
-En el fondo podríamos hacer esto por las buenas, general Cruoris no encontraras nadie mejor para cuidarla , le daré todo lo que deseé.
-El amor no se compra, ni ella es una mercancía- Razu realizó una pausa-Sin embargo si ella os amase yo no pondría ninguna objeción-el general miró a su protegida dubitativo.
La chica se quedó mirando al moreno con una extraña expresión de enfado tal vez.
-¿Rose? ¿Me amas?-inquirió Trux- Recuerda que puedo hacerte muy feliz.
Ella compuso un gesto extraño y se separó de Razu para acercase hasta donde él estaba, recogió la gargantilla y la miró un rato.
En el corazón del rey se avivó la esperanza, lo iba a elegir, él lo sabía ¿Qué mujer no querría estar a su lado?
-Su majestad, estoy segura que cualquiera se sentiría honrada con su proposición-le tendió la gargantilla en la palma de la mano-Pero no puedo corresponder sus sentimientos, no le amo. No obstante seguro que encontrará una mujer mejor que yo en poco tiempo y a esa persona no necesitara colmarla de regalos ni dinero-le sonrió y se giró sobre sus pasos.
Le acababa de rechazar, aquella estúpida mujer lo había dejado en evidencia ante todos y encima se tomaba la libertad de aconsejarle ¿Qué sabría ella?
Pero no, eso no iba a quedar así. Nadie se reía del rey, ya era hora de enseñarle a la pequeña Rose lo que pasaba fuera de la burbuja creada por su protector.
Cuando observó como Razu componía una expresión de triunfo y sus ojos brillaban con alegría supo lo que iba a hacer para que la joven fuese suya.
-Esta noche los traeréis ante mí en las mazmorras- susurró a dos de sus oficiales.
Si, le iba a dar una buena lección a esos dos.
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MensajeTema: Re: Capítulo 8 – Somnium (En sueños)   Capítulo 8 – Somnium (En sueños) EmptyJue Jun 11, 2009 12:31 am

-Para, para por favor- susurró Rose sin poder moverse de donde estaba.
-¿Por qué?-replicó la voz sibilina con sorpresa- si lo bueno aun no ha empezado mí pequeña-la voz se rió con estrepitosidad removiendo sus entrañas.
-No quiero recordar eso, no quiero por favor, por favor…-pero ya era demasiado tarde, volvía a recordarlo todo.

El aire enrarecido y el monótono goteo del agua estrellándose contra el suelo la despertaron. No sabía donde estaba, lo que si sabía era que tenía el cuerpo entumecido y la boca pastosa.
-¿Estas despierta ya?- reconoció la voz de Razu- Deberías seguir dormida.
-Me encuentro rara, no se que ha pasado-repuso.
-Rechazaste al rey mi princesa eso es lo que ha pasado-Razu estaba sentado, con la espalda apoyada contra la pared, se quedó mirando el tatuaje de la estrella de ocho puntas que tenia en el pecho desnudo, sobre su corazón. Cuanto lo había echado de menos.
-Pero yo no tengo la culpa ¿Verdad? Yo solo dije lo que pensaba- dijo ella dubitativa.
-Si, tú no tienes la culpa de nada Rose, así que nunca te culpes por esto.
-¿Qué nos han hecho?-preguntó
-Nos han dado algún tipo de pócima anestésica, a ti en menor grado porque te puedes mover por lo que veo.-razonó Razu.
Iba a preguntarle porque les habrían hecho aquello cuando entraron dos personas a la celda donde estaban.
Y como si de una respuesta demoníaca se tratase apreció que uno de los dos hombres era el Rey Trux y el otro un oficial que portaba un látigo de tres púas.
Sintió su corazón desbocado y tuvo miedo porque los ojos de Trux carecían de bondad.
Nadie habló, tan solo el oficial se dirigió hacia ella y alzó el látigo, ella se levantó dispuesta a correr, pero cerró los ojos tapándose la cara, esperando lo que le venia encima arrinconada contra la pared. Escuchó el látigo chocando contra algo, pero no notó ningún dolor. Solo la risa del rey y una respiración agitada en su oído. Abrió los ojos y al instante se le llenaron de lágrimas porque lo comprendió todo.
Razu estaba delante suyo, anteponiendo su cuerpo ante cualquier daño, sin quejarse. Solamente apretando la mandíbula y apoyando su peso en la pared de la cual se agarraba débilmente con las dos manos, porque la pócima aun surtía efecto sobre sus piernas. Le sorprendió que las suyas temblasen aun más.
Resonó otro azote, y perdió la cuenta de cuantos fueron. Lo que veía era la sangre de Razu por el suelo y eso le dolía en el corazón. Oía una voz agitada e histriónica en su cabeza, hasta que se dio cuenta que esa voz era la suya que le suplicaba con angustia a Trux que parase aquella locura y dejase de hacer daño a Razu.
-Pararé en el momento que me digas que te casaras conmigo-alegó divertido y con frialdad el rey.
Ella estuvo apunto de responder que lo haría, que haría cualquier cosa con tal de no causarle sufrimiento a Razu , pero él susurró a su oído- Por Lilith , Rose no lo hagas , no me traiciones…-boqueó al recibir otro impacto que desgarró aun más la carne de su espalda-No me dejes…no vayas con él- su voz sonaba rasgada y dolorosa, pero Rose no quería que por su culpa el sufriese más.
A Razu se le resbalaron las manos un poco por la mugrienta pared de basto ladrillo.
-Razu , si te caes al suelo quiero que sepas que ordenaré que la azoten-carcajeó el monarca.
Al escuchar aquello Razu se reincorporó y pegó aun más su cuerpo contra el de Rose en un acto de protección. Y a ella se le heló el corazón, porque a cada latigazo con el cual hacían daño a Razu era como si se lo dieran a ella en el alma, no sabía que hacer y tan solo podía llorar.
-Vamos Rose, es para hoy. O tal vez prefieras que acabe con tu General aquí
mismo…-insistió Trux.- Sigue con más brío – le dijo al oficial, quien obedeció sin rechistar.
Abrazó a Razu, y por primera vez sintió el frío metal desgarrar sus brazos, le escocia, pero descubrió que el latigazo siguiente aliviaba el dolor del anterior. Dolía, pero su corazón sufría aun más, porque era una débil que nunca podría proteger a nadie.
Razu le apartó los brazos de su espalda dando un gruñido al ver la sangre deslizarse por su palma- No hagas esto.
-Lo siento Razu…yo no quiero que sufras-respondió angustiada.
-Me dolería si fueses con ese hombre en vez de conmigo, creéme prefiero pasar por esto- le dijo al oído.
-Te va a matar-lloró Rose- No lo voy a permitir, le diré qué…
Hubo un nuevo latigazo y Rose se preparó para decirle si al Rey pero Razu se lo impidió.
-No dirás nada-acto seguido posó sus labios sobre los suyos, solo duró un segundo pero sintió que dejaba de respirar y su corazón ardía ¿Por qué él la había besado? Aunque fuese simplemente un roce de labios y nada más había sentido algo, había tenido un pensamiento.
Solo podía ser feliz con Razu.
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